domingo, 23 de mayo de 2010

ORIGEN Y DESARROLLO DE LA AGRICULTURA

El hombre como ser vivo se encuentra incluido en un ecoespacio del que obtiene los satisfactores necesarios para su subsistencia. Este hecho implica una serie de interrelaciones simbióticas y coevolutivas entre el hombre y el ambiente, que se han desarrollado en diferentes direcciones a través del tiempo (Bye, 1993; Hernández, 1991; Hernández, 1993; Granados, 1993), y en varios niveles de organización (e.g. individual, ecosistema, comunidad) (Bye, 1993). Este fenómeno es especialmente evidente en la relación del hombre con las plantas, como lo demuestra la gran cantidad de especies de plantas utilizadas por los grupos indígenas de México hoy en dia: aproximadamente 5,000 de las 30,000 especies registradas para el país (Bye, 1993). Otro ejemplo lo constituyen los grupos aborígenes de Australia que utilizan entre 74 y 250 especies vegetales dependiendo de la zona, para su alimentación ( Harlan, 1975 citado en Querol s.a. ). Además, existen evidencias arqueológicas y fósiles que demuetran el uso de las plantas desde hace miles de años en Norteamérica ( Castetter et al., 1938 citado en Granados, 1993; Malde, 1964; Alejandre y Gómez, 1986; Burenhult, 1993) Mesoamérica ( Coe y Flannery, 1964; Bye, 1993; Turner y Miksicek, 1984; Nee, 1990; Bell y Walker, 1992; Harlan, 1992; Ludlow-Wiechers y Ayala-Nieto 1992; Zola, 1992; Hernández, 1993; Burenhult, 1993) Sudamérica (Burenhult, 1993;) Asia, Europa (Bell y Walker, 1992; Boyden, 1992; Burenhult, 1993) y Africa (Boyden, 1992; Burenhult, 1993). En este escenario se han originado múltiples manifestaciones del vínculo hombre-planta, como la expresión linguística del universo vegetal que lo rodea (Bye, 1993; Barrera, 1994), representaciones pictóricas (Fig.1), uso de plantas con propiedades curativas, diferenciación de plantas venenosas y alimenticias (Querol s.a.) y la integracion de los elementos externos en las concepciones religiosas de los pueblos (Broadbent et al., 1993) con el consecuente enriquecimiento cultural de los grupos humanos (Querol s.a. ; Bye, 1995). Además ha dado origen a uno de los fenómenos culturales más imporantes para la especie humana: la domesticación de las plantas a través de la agricultura.

II. ORIGEN E HISTORIA DE LA AGRICULTURA

Desde una perspectiva biohistórica, el desarrollo cultural del hombre puede ser clasificado en cuatro fases de acuerdo con Boyden (1992):

Figura 1. Pintura realizada por los indios navajo que representa al dios del maíz. Evidencia del estrecho vínculo del hombre con las plantas. (Tomado de Enciclopedia Autodidáctica Oceano, 1994).

Fase uno: Fase de caza-pesca-recolección

Fase dos: Fase de agricultura temprana

Fase tres: Fase de desarrollo urbano temprano

Fase cuatro: Fase de desarrollo urbano de "alta energía" (Transición industrial).

Es evidente que cada fase implica una interacción diferente con el ambiente y como consecuencia un distinto grado de desarrollo cultural. El siguiente análisis está enfocado en las dos primeras fases.

Caza-Pesca-Recolección

Los cazadores-recolectores han habitado diversos ecosistemas como los bosques tropicales, las sabanas, las zonas áridas, bosques templados e incluso las planicies frías del Hemisferio Norte ( Boyden, 1992; Broadbent et al, 1993 ). En el contexto ecológico, estos hombres representan consumidores de primer orden (alimentándose de vegetales), secundarios (carne) y en menor medida terciarios (consumiendo carne de animales carnívoros) (Boyden, 1992), son usualmente nómadas aunque pueden establecer asentamientos temporales de duración variable (Fig 2.). Un comportamiento extendido y con evidencias arqueológicas y fósiles tempranas es el uso del fuego para conducir grandes animales a sitios más apropiados para la caza (Boyden, 1992) o como elemento de clareo para hacer las presas más visibles (Broadbent et al, 1993).

Figura 2. Pigmeos. Estos cazadores-recolectores construyen campamentos en las selvas ecuatoriales africanas (Tomado de Enciclopedia Autodidáctica Oceáno, 1994)

La organización social de estos pueblos es en bandos o pequeños grupos donde existen categorías jerárquicas basadas en la edad, el sexo y la experiencia en determinada actividad (caza, pesca o recolección de frutos ) (Boyden, 1992). Estos grupos estan en contacto con una gran variedad de plantas de las que dependen para subsistir (Harlan, 1975 citado en Querol s.a. ; Broadbent et al., 1993). La recolección selectiva de estas plantas incluye tambien especies medicinales. El conocimiento de sus propiedades curativas es transmitido de generación en generación por vía lingüística. Este conocimiento etnomédico es muy extenso en algunos grupos y su depositario es el brujo o hechicero (Querol s.a. ). MacNeish (1967) y Flannery (1986) (citados en Hernández y Zárate, 1991) proponen a ésta como la primera etapa del origen de la agricultura; se caracteriza por ser un proceso simbiótico entre una población de cazadores-recolectores y la flora prevaleciente, donde se van identificando las especies favorables para la subsistencia.

Figura 3. La recolección de frutos sigue siendo una actividad cotidiana para numerosos pueblos africanos (Tomado de Burenhult et al. 1993).

Durante la mayor parte de la existencia del hombre sobre la tierra la caza-pesca-recolección ha sido el modo de vida prevaleciente y representa la adaptación más exitosa de los humanos al medio (Lee y Devore, 1968 citados en Querol s.a.). Prueba de esto es el hecho de que hoy en día existen numerosos grupos de cazadores-recolectores en el mundo (Figs 3 y 4), muchos de los cuales han rechazado la agricultura en las zonas donde viven porque significa una disminución en su calidad de vida (Stein y Rowe, 1974). En efecto, la búsqueda y selección de plantas comestibles implica para algunos grupos menos tiempo aún en zonas desérticas en contraste al tiempo de trabajo requerido para cuidar un cultivo (Lee y Devore, 1968 citados en Querol s.a. ; Broadbent et al., 1993).

Figura 4. Cazador africano (Tomado de

Enciclopedia Autodidáctica Océano, 1994)

La transición

El cambio de un hábito de caza-pesca- recolección a uno de agricultura es considerado uno de los eventos de mayor trascendencia en la historia humana (Meggers, 1954; Coe y Flannery, 1964; Stein y Rowe, 1974; Querol s.a.; Bell y Walker, 1992; Broadbent et al., 1993). Esta innovación cultural debe analizarse como un gradiente de intensificación paulatina de las relaciones entre los hombres y el entorno ecológico (Bell y Walker, 1992). El hecho de que el cambio se haya dado aproximadamente al mismo tiempo en muchas partes del mundo, sugiere que detrás de este fenómeno se encuentran factores promotores comunes (Broadbent et al., 1993). Sin embargo como se mencionó anteriormente, no ha tenido el mismo impacto ni el mismo significado para todos los grupos humanos.

La transición implica una secuencia de cambio gradual que inicia con la siembra de algunas semillas de plantas útiles en la inmediata vecindad del campamento de cazadores-recolectores (Querol s.a.). Este hecho representa el establecimiento de un microambiente antropógeno con presiones de selección naturales y culturales: el agrohábitat (Coe y Flannery, 1964 ; Hernández y Zárate, 1991; Rendón y Núñez-Farfán, 1998) y es la culminación de la secuencia que de acuerdo con MacNeish (1967) y Flannery (1986) (ambos citados en Hernández y Zárate, 1991) es la siguiente:

1. Periodo de simbiosis entre cazadores-recolectores y la flora circundante. En esta fase los hombres adquieren un amplio acervo sobre características biológicas de las plantas que se perfilan como las más favorables.

2. Aumento del acervo previo mediante una utilización más ordenada de los recursos biológicos.

3. Una mayor atención hacia las especies proveedoras promovido por un cambio climático dramático (e.g. cambio en la ocurrencia y cantidad de lluvia) y el inicio de una modificación microambiental en favor de las especies seleccionadas.

4. Establecimiento del agrohábitat y selección de las especies en este escenario.

Una de las teorías acerca de los agentes promotores de la agricultura involucra el cambio climático sufrido al final del último periodo glacial registrado en el Neolítico, que se sugiere provocó una sequía prolongada (Molden, 1964). Este cambio climático (inferido a través de la secuencia polínica en perfiles de suelo) durante la transición Pleistoceno-Holoceno, disminuyó el volumen de algunos cuerpos de agua exponiendo los fértiles sedimentos propicios para el cultivo. Evidencias de lo anterior han sido documentadas para el área de Catal Hüyük en Asia (Roberts, 1989 citado en Bell y Walker, 1992). Es posible también que cambios en la composición florística cerca de los asentamientos humanos hayan promovido la preferencia de algunas especies sobre otras (Hernández, 1993). Sin embargo estamos lejos de entender claramente el fenómeno completo (Bell y Walker, 1992; Broadbent et al., 1993).

Es necesario resaltar que el inicio del proceso de domesticación no se desarrolló únicamente en respuesta a presiones de subsistencia, también es un proceso social y simbólico en el que la naturaleza es integrada a un sistema cultural y social (Bell y Walker, 1992). Debido a esta situación, es importante tener en mente que los cazadores recolectores del Mesolítico presentaban una organización social más compleja que sus antecesores del Paleolítico, basada en un esquema de subsistencia más especializado. Estos grupos tenían entonces las características más favorables para desarrollar un sistema de producción de alimentos.

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