domingo, 23 de mayo de 2010

EVOLUCION..

1. Las adaptaciones morfológicas o anatómicas: son las más evidentes, se perciben con mayor facilidad, por ejemplo se pueden citar, el ala de una ave es una adaptación para el vuelo, la relación entre los dientes y la dieta, entre extremidades inferiores y locomoción, entre forma de la planta y hábitat y muchas otras más. Basta revisar los diferentes ambientes tanto acuáticos como terrestres para apreciar las diferentes formas de los organismos que corresponden a cada uno de ellos.

2. Las adaptaciones fisiológicas: involucran ajustes funcionales que contribuyen a asegurar la supervivencia de los organismos, la adaptación fisiológica alcanza en ocasiones refinamientos extraordinarios, como los observados en los órganos sensoriales. Entre otros ejemplos se pueden mencionar, la utilización del oxígeno disuelto en el agua por las branquias, la producción de enzimas digestivas que actúan sobre el alimento del cual el organismo se nutre, la reducción en la transpiración vegetal, así como un gran número de modificaciones que benefician los procesos metabólicos de la respiración, la digestión y otras funciones.

3. Las adaptaciones de la conducta: éstas involucran modificaciones leves dadas bajo determinadas condiciones. Los comportamientos ofrecen una infinidad de adaptaciones al modo de vida, por ejemplo las reacciones de prevención desencadenadas por ciertas sensaciones son de naturaleza adaptativa.

Es importante considerar que las
especies están adaptadas al ambiente en el cual viven, sin embargo, la distribución geográfica de éste incluye una diversidad en las condiciones ambientales. La acción de selección natural tiende a acentuar diferentes características en cada una de las áreas geográficas de distribución, por lo que las especies casi siempre están formadas por un grupo de poblaciones capaces de fecundarse entre sí y cuyo patrón genético difiere ligeramente, las especies distribuidas en ambientes muy diferentes son poblaciones con muchas adaptaciones ligeramente distintas. Dichas poblaciones ligeramente diferentes, que constituyen una especie, reciben diversos nombres, entre otros: poblaciones locales, razas, variedades y subespecies.

Esquema de la evolución humana

Los homínidos

Los primates incluyen la familia de los homínidos, la cual abarca a todos los hombres, ya sea en formas fósiles o actuales. Los homínidos están emparentados con el grupo de los póngidos (gorilas, orangutanes y chimpancés). Las familias se dividen en géneros. Sin embargo, existen discrepancias sobre el número de géneros comprendidos en la familia de los homínidos. A pesar de ello, existe general acuerdo en que todos los hombres actuales pertenecen al género Homo. La controversia surge principalmente sobre las formas fósiles, pues una gran mayoría de los científicos las clasifican dentro del género Homo, mientras otros establecen más géneros.

El Homo sapiens

Finalmente, los géneros se dividen en especies. En este nivel de clasificación también existen deferentes criterios acerca del número de especies humanas posibles, pero a todos los hombres actuales y algunas especies extinguidas se les clasifica, en general, en una sola especie, denominada sapiens. Las especies, generalmente, se dividen en grupos, que por lo común están separados geográficamente y cuyos miembros comparten una serie de rasgos peculiares que permiten agruparlos como tales. A estos grupos se les denomina razas.

La variación

El problema básico de la evolución es explicar la diversidad de las formas vivas y la aparición de nuevas especies o variedades. La clave primordial del estudio de la evolución se centra en la herencia y en las relaciones entre los seres vivos y su medio ambiente. La variación es característica esencial de todas las formas vivas, así como de algunas estructuras inorgánicas. En la mayoría de los organismos, la variación es de dos tipos: la causada por procesos biológicos internos y la producida en los organismos individuales como respuesta a condiciones ambientales. En el primer caso las variaciones pueden heredarse, lo que no sucede en el segundo. En numerosos organismos las variaciones ambientales influyen también en el comportamiento. Asimismo, la variación individual es controlada, dirigida o limitada por procesos en los que intervienen factores culturales. Este es, sin duda, el rasgo diferencial mas acusado de la naturaleza humana respecto al resto de las especias del mundo animal.

La selección natural

Los primeros estudios sobre la explicación de la variedad de las especies, propuestos por Jean-Baptiste de Monet Lamarck (1744-1829), sostenían que la variación era consecuencia de la presión del entorno o medio ambiente sobre los individuos y que producía cambios en la herencia.

El naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882), que publicó en 1859 el origen de las especies, marcó una nueva época en el estudio de la evolución de los seres vivos. El enfoque darwinista consideró la variación como algo dado, y la presión ambiental únicamente determina que una variedad sea persistente o no frente al hábitat en el que se encuentra. Basándose en la existencia de los fenómenos observables de la herencia y variación, pudo constatar que las diferencias heredables que conducían a superiores adaptaciones al medio ambiente tenían por resultado la selección natural de los más aptos, es decir, de los mejor dotados y más fuertes para reproducir y perpetuar sus rasgos o características constitutivas. Las variaciones heredadas y acumuladas, además de las presiones de la adaptación (naturalmente por el medio ambiente), podrían ocasionar la formación de nuevas especias.

En la actualidad, el enfoque darwinista se encuentra sometido a profundas correcciones. Las nuevas investigaciones han confirmado en lo esencial la teoría de Darwin. Sin embargo, se ha podido comprobar que la esencia de la evolución orgánica radica en el oportunismo para adaptarse a nuevas situaciones. Como resultado de la selección natural los organismos se adaptan a las necesidades y oportunidades presentes en su medio ambiente. Pero no existe confirmación de que haya un nivel fijo absoluto de eficacia biológica que garantice la perpetración de una especie.

Competencia y cooperación

Charles Darwin y Alfred Wallace formularon los principios básicos del modo en que la selección natural podía dar como resultado la evolución orgánica. Sin embargo, bajo la influencia del pensamiento dominante de la competencia económica, Darwin y Wallace aceptaron el concepto de “lucha por la supervivencia”, de Thomas Malthus, como principal fuente de selección para el éxito reproductor. La publicación del libro de Darwin “El origen de las especies” produjo conmoción no solo en los círculos científicos, sino también en los ideológicos. Así, en el s.XIX, la selección natural se describió incorrectamente como la lucha directa entre individuos por recursos escasos y compañeros sexuales, e incluso como la depreciación y destrucción de unos organismos por otros de la misma especie.

El llamado “darwinismo social” es una ideología que se basa en la creencia de que los progresos cultural y biológico dependen del libre juego de las fuerzas competitivas en la lucha de individuo contra individuo, de nación contra nación y de raza contra raza. El darwinista social más notorio fue Herbert Spencer (1820-1903), quien propugnó la supresión de cualquier política encaminada a proporcionar auxilio a los desempleados, a las clases sociales más pobres y a los pueblos menos desarrollados, bajo el supuesto de que esta ayuda interferiría en el libre juego de una pretendida ley de supervivencia de los más aptos.

A partir de Spencer, la teoría del darwinismo social ha sido utilizada para justificar el sistema capitalista de libre empresa, y su influencia continúa sintiéndose entre los partidarios del capitalismo sin restricciones y entre los partidarios de la supremacía de la raza blanca.

Las ventajas del enfoque global de la antropología en el análisis de la realidad permiten contemplar estas cuestiones con una óptica más objetiva. En concreto, hoy está científicamente demostrado que la eficacia biológica depende de diferentes factores, desde la capacidad del organismo para resistir las enfermedades, conquistar o defender espacios con más seguridad y obtener energía en cantidades mayores o más seguras, hasta con una mayor eficiencia y seguridad en algún aspecto del propio proceso reproductor. En general, los factores que fomentan al éxito reproductor diferencial no están relacionados con la capacidad de un organismo para destruir a otros miembros de su propia población o impedirles que obtengan nutrientes, espacio y compañeros sexuales.

En la actualidad, los biólogos aceptan que la selección natural favorece tanto la cooperación dentro de las especies como la competencia. Por otra parte, en las especies sociales, la perpetuación de los genes de un individuo depende a menudo tanto del éxito reproductor de sus parientes más próximos como de su propia supervivencia y reproducción.

La evolución del comportamiento humano

Es indudable que los humanos se caracterizan por poseer cualidades morfológicas y fisiológicas muy particulares, lo que evidencia su separación respecto de los demás animales en su comportamiento. Sin embargo, algunos de los rasgos de ese comportamiento también se encuentran, aunque de forma rudimentaria, en ciertos animales, si bien en el hombre están más desarrollados y, además, organizados en pautas de comportamiento exclusivas de la especie humana. El comportamiento cultural ha mantenido una estrecha relación con las características orgánicas del hombre hasta convertirse en motor de la evolución de la especie, y es importante comprender cómo se comportó el hombre primitivo, y a través de qué pautas se desarrolló.

Los testimonios del comportamiento del hombre primitivo son, en general, indirectos. Se obtienen a través del estudio del medio ambiente en que vivieron y en donde se han hallado restos materiales, y en las limitaciones que les eran impuestas por su estructura biológica. Otra de las características que permiten elaborar hipótesis sobre el comportamiento de los primeros hombres consiste en el estudio de los grupos humanos modernos que aún viven en condiciones similares en lugares recónditos del planeta.

Otra vía de estudio de los hábitos y costumbres de nuestros lejanos ancestros es el análisis de las especies más parecidas en muchos aspectos a los primitivos humanos: la de los simios antropoides (el chimpancé y el gorila, principalmente). La línea de los póngidos, a la que pertenecen estos animales, se separó de la línea de los animales, se separó de la línea de los homínidos hace aproximadamente 4 millones de años, pero su cerebro era relativamente pequeño y el grado de similitud que comparten con el hombre es, desde luego, difícil de precisar y sigue siendo objeto de controversia y polémica.

Alimentación

Los simios son animales selváticos que se alimentan, por lo general, de vegetales, aunque los chimpancés de Tanzania matan y devoran las crías de otros animales, como los babuinos. Los antepasados del hombre vivieron posiblemente durante mucho tiempo en praderas, en lugares abiertos o regiones parcialmente boscosas, y eran omnívoros. Centrando el estudio en los babuinos, que parecen vivir en zonas poco arboladas (hábitat parecido al de los precursores del hombre), la línea de la evolución que los separó de ellos está mucho más lejana en el tiempo que la de los póngidos; de ahí que las conclusiones obtenidas sobre su comportamiento sean más difíciles de precisar.

Trabajo

Los babuinos utilizan objetos tales como piedras, que lanzan para defenderse. Sin embargo, no se tiene conocimiento de que las trabajen o modifiquen. Los chimpancés desgajan y utilizan ramas tiernas de los árboles, las cuales mojan con saliva y las introducen en las termiteras para comerse luego los insectos que han quedado adheridos al palo. Asimismo, también se ha observado que las madres de los chimpancés ayudan a sus crías a emplear con provecho pequeños palitos. El estudio del comportamiento de estos animales sugiere que existe ya un recuerdo y una previsión del fin deseado; sin embargo, son acciones muy sencillas y rudimentarias si las comparamos con las realizadas probablemente por los Australopithecus. Así pues, podemos percibir en el conjunto de los instrumentos primitivos -aunque simples y con una evolución lentísima durante cientos de años- un avance enorme sobre la capacidad de cualquier otra especie animal para el uso de instrumentos.

Leguaje

La facultad básica y esencial del hombre es el uso del lenguaje, capacidad ausente en los demás animales, incluso en los más próximos al hombre. La posesión del lenguaje distingue al hombre del resto de los animales, aun teniendo en cuenta la posibilidad del grito significativo de alguna especie animal. Probablemente el lenguaje se debe al hecho de que sólo el hombre tiene un conjunto de pautas de comportamiento acumuladas, de las cuales carecen los animales.

Por otro lado, es evidente que el lenguaje presupone un desarrollo muy complejo del sistema nervioso, desarrollo que fue relativamente temprano. Posiblemente los australopitecinos carecieron de lenguaje, aunque éste podría haber surgido ya en la época del Homo erectus.

Organización social

La organización social de los primates es la banda, que está compuesta por varios machos, un número más amplio de hembras y las crías de ambos sexos que necesitan todavía el cuidado de sus padres. Los babuinos, que habitan en las extensas sabanas, parecen formar bandas mayores que los gorilas y chimpancés, moradores de la selva.

Puede afirmarse que en la mayoría de las bandas de primates existe cierta estructura de jerarquía o dominación, que es ejercida por los machos y que se afirma a través de gestos o amenazas. El poder de la hembra estará condicionado por el de su compañero. Hasta existe la posibilidad de que el primogénito de un macho que detente el poder de la banda pueda heredar, en cierto sentido, la posición dominante del padre, o que esté en mejores condiciones que otros para acceder al dominio.

Los estudios sobre algunas bandas de primates inducen a pensar que entre éstos, e incluso entre los monos, existe una técnica de aprendizaje que les lleva a comportamientos nuevos. En sus desplazamientos, las bandas de primates pueden presentar una organización de sus miembros, según las categorías del sexo, la edad y el rango. Un claro ejemplo se tiene en los babuinos. La banda coopera en la defensa cuando es amenazada por animales de presa. Existen muy pocos depredadores que se atrevan a hacer frente a un determinado grupo de simios, con sus formidables caninos y sus gritos y gestos amenazantes, limitándose a atacar a los ejemplares que se hallan aislados. También se ha comprobado que los babuinos emplean técnicas de grupo parecidas para cazar herbívoros demasiado grandes para ser cazados por un solo individuo. Por otra parte, parece completamente falso que los grandes simios ataquen al hombre. Carl Akeley, especializado en la caza de gorilas para parques zoológicos, manifestó que repetidas veces provocó a los gorilas para que le atacaran, pero que éstos nunca lo hicieron.

El Australopithecus, presumiblemente, debió de formar bandas muy parecidas a las de los babuinos para poder sobrevivir. Falto de fuertes dientes caninos para su defensa contra los grandes animales depredadores, seguramente tuvo que utilizar las piedras como arma arrojadiza de defensa y, sobre todo, confiar en el número, es decir, en la banda.

El sexo

Además de las funciones de defensa, las bandas de primates permanecen unidas debido a la dependencia de las crías y a la vinculación de los sexos. Sin embargo, como los primates sólo se aparean periódicamente, durante los ciclos de celo de las hembras, generalmente de naturaleza estacional, son otros los factores que mantienen unidos a los sexos. Posiblemente sea la actividad del espulgo mutuo. En el Homo sapiens, por el contrario, la atracción de los sexos es constante, en lugar de estacional intermitente. Por otra parte, los hijos pueden nacer en cualquier periodo del año y dependen durante más tiempo de los padres, y las hembras y las crías no realizan actividades cazadoras, por lo que para su alimentación dependen de los machos. Además, el perfeccionamiento de las armas disminuyó la importancia del número de individuos en la defensa personal o de la familia.

Asimismo, las bandas humanas se relacionaban con otras de lengua y cultura parecidas, con las que podían llegar a mezclarse en ocasiones celebrando matrimonios o emparejamientos mutuos, juntándose temporalmente en las épocas de trabajo (caza colectiva de grandes animales, por ejemplo), lo que daba a los grupos una enorme ventaja.

Finalmente, podemos añadir que el ser humano, como producto de un complejo proceso evolutivo que ha pasado por sucesivas adaptaciones a condiciones ambientales diversas, es un organismo más en la naturaleza, con la particularidad de que es el único que posee la facultad de apercibirse de su propia existencia y además, es consciente de esa realidad.

Dentro del campo de la filosofía, a esa consciencia se la ha llamado alma -concretamente en el campo de la filosofía religiosa-, pero también se la denomina psique en el campo científico.

En cualquier caso, son obvias ciertas características en el ser humano: capacidad de autopercepción, análisis de la propia personalidad, capacidad simbolizadora, elaboración del pensamiento abstracto y conceptual, etcétera.

El proceso de hominización

Los restos fósiles de los homínidos son el material más útil para despejar las incógnitas planteadas a los antropólogos sobre el pasado más remoto de la humanidad. La antropología física se basa en los descubrimientos de tales fósiles para categorizar y clasificar el proceso de la hominización.

Cuando el primer fósil de Australopithecus fue descubierto en 1925 por Raymond Dart en Johannesburgo (Sudáfrica), fue considerado como un simio con algunas características humanoides. Sin embargo, los descubrimientos posteriores, realizados por el mismo Dart y por R. Broom, indujeron a pensar que había dos tipos principales: el Australopithecus africanus, una forma más pequeña, de unos 20 o 30 kg de peso, y el Australopithecus robustus, que era más pesado, casi el doble. Al homínido más pesado se le denominó en un principio Paranthoropus, porque se creyó que era de un género muy diferente. Lo mismo ocurrió con nuevos descubrimientos en otras partes de África, dándoles de ordinario el nombre de un género distinto. Actualmente, parece ya aceptado por la gran mayoría de los antropólogos que ambos ejemplares pertenecen a un solo género que contiene dos especies, y que cada una de ellas abarca una gran variedad. Sin embargo, la especie africanus es la que más se asemeja al hombre. Hoy se conocen gran número de fósiles de africanus, que conservan muchas partes del esqueleto, tales como las manos, los huesos largos de las extremidades, los huesos de la pelvis, los maxilares y los cráneos. A través del estudio de estos restos fósiles las investigaciones más recientes afirman que se trata de un homínido, una forma ancestral del hombre.

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